El país que fascina desde Colón hasta hoy

Ocupa la mitad de la isla La Española, en el corazón del Caribe, y despliega un abanico sorprendente de belleza geográfica, sitios históricos y opciones de aventura y deporte. Un destino que lo tiene todo para ir y volver.

¿Dónde encontrar en un solo lugar playas de agua cristalina, magníficos campos de golf, arquitectura colonial y avistaje de fauna en medio de la selva tropical? ¿Y sin viajar mucho de un lado a otro? La respuesta la tiene República Dominicana, esa media isla en el corazón del Caribe que permite moverse entre una propuesta y otra en no más de tres horas: así cada día parece multiplicarse en un abanico de posibilidades. Y cualquiera sea la elegida, la brillante superficie del mar nunca estará demasiado lejos.

Primero la historia

Un dato lo dice todo: el casco histórico de Santo Domingo, capital de la nación caribeña y conocido como la Ciudad Colonial, es Patrimonio Mundial de la Unesco. Tiene el corazón en la calle El Conde, la primera arteria comercial del Nuevo Mundo, un trayecto adoquinado de diez cuadras donde se suceden cafés, restaurantes, negocios de recuerdos y puestos arte callejero. Cerrando los ojos se podría pensar que aún llegan entre el bullicio los ecos del siglo XVI, cuando los españoles construyeron los dos lugares emblemáticos de la actual capital: la Fortaleza Ozama y el Alcázar de Colón. Por su parte el Faro dedicado al almirante genovés es el símbolo de la renovación urbana: inaugurado en 1992 para el Quinto Centenario de la llegada española a las Américas, es un complejo de museos y salas de exposiciones que posee el mausoleo de Colón, el primer europeo en poner un pie en la actual República Dominicana. La poderosa luz del faro se ve hasta en Puerto Rico, a cientos de kilómetros.

Pero atención, porque aquí el pasado enseguida se rodea del presente relajado que regalan las playas dominicanas. Así ocurre en el pueblito playero de Juan Dolio, a menos de una hora de Santo Domingo, que es también uno de los destinos que más eligen los locales. A 20 kilómetros, el Parque Nacional Submarino La Caleta Parque Nacional Submarino La Caleta invita a descubrir que no solo la superficie es bella: por debajo del agua, como bien saben los submarinistas, la biodiversidad deslumbra con sus colores. Arrecifes, peces luna y un barco hundido lo convierten en uno de los cinco mejores destinos de buceo del Caribe.

Todo lo que brilla es plata

El norte dominicano tiene una meca cuando se trata de mar y arena: es la provincia de Puerto Plata, con capital en el pueblo de San Felipe. Aunque cada viajero tiene su rincón favorito, quien va en busca de los deportes acuáticos sabe que debe desembarcar en la playa de Cabarete, la única que garantiza las condiciones para combinar cuatro actividades en un solo lugar: surf, kite-surf, windsurf y stand-up paddle.

Y como siempre en este país caribeño de gente amable y tonada cantarina, también en Puerto Plata los paisajes van de la mano de la historia y la cultura. Las autoridades de turismo lo subrayan: “República Dominicana es conocida como la cuna de las Américas y Puerto Plata tiene el privilegio de dar testimonio de ese pasado”. Entre las huellas coloniales se encuentran la fortaleza de San Felipe, que en una de las puntas del malecón resguardaba la ciudad de piratas de todo tipo (hoy día es un museo que exhibe cañones originales que miran al Atlántico) y las ruinas de La Isabela. Pero hay más, lugares para no perderse entre las fachadas de las casas de color pastel y los balcones de madera calada: el Museo del Ámbar, que cuenta con una completa colección de estas piedras color miel, y el Museo Gregorio Luperón, dedicado a este héroe nacional que encabezó las fuerzas dominicanas contra el dominio español. En teleférico se puede acceder a la Loma Isabel de Torres, cuyos 800 metros albergan un enorme Cristo Redentor con vista a las playas y rodeado de jardines botánicos.

Dominicana montañosa

En el sudeste del país, la Sierra de Bahoruco se despliega en un paisaje erizado de verdes montañas a través de las provincias de Pedernales y Barahona. De un lado brilla la selva tropical, del otro es la costa caribeña de aguas turquesas -como en Bahía de las Águilas- la que ejerce su atracción como un poderoso imán. Y algo de eso hay, ya que hasta aquí viene la gente a observar la ilusión óptica del Polo Magnético: cuando un vehículo se detiene en un punto preciso -ocho kilómetros antes de la comunidad de Polo- y pone la palanca de cambios en punto muerto en la bajada, el auto parece deslizarse cuesta arriba sin esfuerzo. No importa cuántas veces lo expliquen: cada uno que llega quiere probar el curioso fenómeno. Y la discusión bien puede seguir luego en torno a un café, ya que en esta región hay una producción de excelente calidad y cada año se organiza el Festival de Café Orgánico.

Fresca por su altura, la zona de Bahoruco tiene otro atractivo para disfrutar: es el paseo a las minas de larimar, donde se extrae esta piedra semipreciosa de color turquesa que constituye un típico recuerdo dominicano. De hecho, es el único lugar del mundo donde se encuentra este bello mineral. La gema se extrae de profundidades que pueden llegar a los 40 metros, en jornadas que duran al menos ocho horas bajo tierra: es posible recorrer el área minera, en compañía de especialistas, ver a los mineros con los bloques extraídos aún por pulir, y visitar los talleres donde se realiza el corte y el trabajo final.

En el este, Samaná y Punta Cana

En la virtual competencia de las playas dominicanas por saber cuál es la más hermosa, Samaná tiene sin duda con qué competir. No solo son bellas; además son diversas y en muchos casos solitarias, casi vírgenes. Rincón está considerada entre las mejores del mundo, pero también se destacan las Flechas, las Terrenas, el Frontón y las Galeras., formando un extenso litoral de arenas blancas bordeadas de palmeras. Un sitio ideal para el relax y el disfrute del plato típico, el “pescado con coco”, un ingrediente ineludible en esta parte del mundo.

La naturaleza, sin embargo, no se limita al mar: en este territorio exuberante el Parque Nacional Los Haitises abunda en manglares, ríos que forman piscinas naturales y cascadas, como el espléndido Salto del Limón. El conjunto es un paraíso para el birdwatching… pero también para el avistaje de las ballenas jorobadas, que buscan estas aguas para reproducirse entre diciembre y marzo. Sea en la playa, sea en la selva, lo que siempre acompaña es la música; merengue, salsa y bachata son una parte inseparable de la alegría dominicana.

Un poco más al sur, y en el extremo este del país, Punta Cana no necesita presentación. Como no la necesitan sus hoteles de lujo, sus playas escapadas del paraíso, sus canchas de golf y parques temáticos. Todo está pensado para que la recreación y el descanso sean constantes, para que la experiencia caribeña se potencie con servicios de primer nivel y la diversión diga presente todos los días. Además en la provincia de Higüey -donde se levanta Punta Cana- se encuentra el principal sitio religioso del país, la Basílica de Nuestra Señora de la Altagracia, distinguida por un gran arco de bronce y oro de 69 metros de altura.

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