¿Qué es el Caribe brasileño y por qué se llama así?
El litoral del nordeste de Brasil, especialmente en el estado de Alagoas, ha recibido este apodo por sus similitudes con las islas del mar Caribe. Tiene playas de arena blanca, aguas cálidas y transparentes, tonos turquesa que varían con la luz del día y una temperatura estable durante todo el año.
A diferencia del Caribe insular, esta franja costera se encuentra mucho más cerca de Sudamérica continental y no sufre el impacto de huracanes ni temporadas climáticas extremas. La combinación de belleza natural, accesibilidad y hospitalidad local ha consolidado a la región como uno de los destinos tropicales más buscados del país.
Dónde está el Caribe brasileño
El corazón de este paisaje se encuentra entre Recife y Maceió, a lo largo de la Costa dos Corais, una franja de más de 130 kilómetros protegida como la mayor área ambiental marina de Brasil. En esta zona, los arrecifes forman piscinas naturales de aguas templadas y poco profundas que invitan al baño, al snorkel y al descanso absoluto. Entre sus múltiples playas, dos localidades concentran la esencia del “Caribe brasileño”: Maragogi y Japaratinga, joyas de Alagoas que combinan naturaleza, cultura y tranquilidad.
Maragogi, la joya de Alagoas: es el punto más conocido de la Costa dos Corais y el símbolo por excelencia del Caribe brasileño. Desde la orilla, un corto paseo en catamarán o jangada lleva a las galés, piscinas naturales formadas por arrecifes a unos seis kilómetros mar adentro.
Durante la marea baja, el mar se vuelve un espejo cristalino donde nadan peces tropicales multicolores, ideal para practicar snorkel o simplemente flotar en silencio.
Las playas de Antunes y Barra Grande son las más emblemáticas. En esta última emerge el “Camino de Moisés”, un banco de arena que aparece entre las aguas y permite caminar mar adentro rodeado de tonos turquesa: un fenómeno natural que se ha vuelto postal obligada.
Además de sus playas, Maragogi ofrece buena infraestructura turística: resorts all inclusive, posadas boutique, bares sobre la arena y una feria artesanal que cada tarde anima el pueblo. Quienes buscan algo diferente pueden recorrer el sendero ecológico de Visgueiro, donde hay cascadas y talleres de artesanías locales.
Japaratinga, la vecina más tranquila: a solo diez kilómetros al sur, conserva un ritmo más pausado. Nacido como pueblo de pescadores, mantiene su carácter sencillo y hospitalario. Con unos diez mil habitantes, es ideal para quienes prefieren el contacto directo con la naturaleza y una experiencia menos masiva.
Su playa principal tiene arena fina y aguas que cambian de color con la marea. Desde allí parten paseos en lancha hacia las piscinas naturales, a menos de media hora de navegación. En el trayecto, el mar despliega una paleta de azules y verdes que hacen honor a la fama caribeña de la región.
Japaratinga ofrece opciones de alojamiento para todos los gustos, desde posadas familiares hasta el exclusivo Japaratinga Lounge Resort, que combina servicio all inclusive con un entorno selvático y vista al mar.






