Castillos y monumentos

La pampa tiene, sin duda, mucho más que el ombú que dice el refrán. Solo que no siempre está muy a la vista, y para sacar a la luz algunos de sus encantos semiescondidos hay que andar bastante: justamente por eso, la recompensa vale doble. La provincia de Buenos Aires, que a primera vista parece no solo grande sino también uniforme, tiene en realidad muchos tesoros ocultos más allá de la riqueza de sus campos y las llanuras casi infinitas que solo algunas sierras interrumpen de vez en cuando. Entre ellos están los cascos de estancias que ricas familias construyeron a principios del siglo XX inspirándose en los más lujosos castillos franceses, el circuito de grandiosas obras del arquitecto Francisco Salamone y otros edificios que de algún modo u otro dieron lugar a sus propias leyendas. A recorrer…


Castillos argentinos

En la Francia del comienzos del siglo XX se podía escuchar que alguien era riche comme un Argentin, rico como un argentino. No exageraban: algunos apellidos encumbrados, que pasaban buena parte del año en París, al volver al sur del mundo querían seguir rodeados de aquel encanto francés. Y así se construían auténticos castillos como el de Domselaar, uno de los varios donde se puede conocer la trágica historia de Felicitas Guerrero. La “mujer más bella de la Argentina” -como se la conocía a fines del siglo XX- se casó a los 15 años, enviudó muy joven y finalmente fue asesinada por un novio despechado cuando solo había cumplido 25 años. Para consolarse, la familia construyó en el actual partido de San Vicente este casco de estancia que aún perdura y donde Josefina Guerrero -descendiente de la infortunada Felicitas- cuenta la historia familiar, entre reliquias como el revólver del asesino y retratos de la bella joven. Quienes quedan fascinados con la historia visitan también La Raquel, sobre la Autovía 2 a la altura de Castelli, que fuera propiedad de Valeria Guerrero -la fundadora de Pinamar- y Bella Vista, un palacete francés que está del otro lado de la misma ruta, a orillas del río Salado y no visible para los conductores que transitan en un sentido u otro.

Otro de los más famosos castillos bonaerenses es el que hiciera levantar Celedonio Pereda (el mismo del Palacio Pereda porteño, hoy Embajada de Brasil) en Máximo Paz, sobre un proyecto de Alejandro Bustillo. Este palacete Tudor, construido sobre 3000 metros cuadrados, se llama Villa María y también fue convertido en un lujoso hotel, que invita a pasar un día de campo o alojarse al estilo all inclusive. Menos conocido (porque es propiedad privada y no se visita) es el palacio que hizo levantar el poeta Rafael Obligado en Ramallo, a orillas del río Paraná, para su esposa Isabel Gómez Langenheim. Y definitivamente abandonado, en cambio, se encuentra el Castillo de Egaña, en Rauch, que fuera edificado por voluntad de la familia Díaz Vélez. Poco y nada queda del lujo de sus 77 habitaciones: está en ruinas, aunque se lo puede visitar gracias a la iniciativa de un grupo de vecinos que organizan paseos guiados.

El gigantismo futurista

Claro que las curiosidades arquitectónicas bonaerenses están lejos de terminar en los castillos. Ya es un clásico en la provincia el circuito que recorre la obra de Francisco Salamone, un vanguardista que combinó el futurismo italiano con influencias del art-déco. Se lo puede conocer muy cerca de Buenos Aires, en la localidad de Alberti, que este año además será uno de los puntos de visita durante el Congreso Trinacional de Art-Déco que se organizará entre octubre y noviembre con la Argentina como sede principal. En Alberti Salamone construyó la fachada de una escuela, el monumento a la bandera en la plaza central y el palacio municipal, uno de sus “temas” favoritos. Varias ciudades más en la provincia conservan sus obras: se destaca en Carhué la torre del municipio y, en la vecina Epecuén, los restos del Matadero, otro de los edificios que el arquitecto ítalo-argentino solía construir. De obra prolífica, pero en corto tiempo, se cree que trabajaba con elementos prediseñados y producidos a partir de matrices, tal como se puede apreciar en varios de sus Monumentos a la Bandera. Saldungaray, a un paso de Sierra de la Ventana, es otro hito del circuito Salamone: aquí es famoso el cementerio, donde sobresale una enorme cabeza de Cristo con una corona de espinas insertada en una cruz colosal. Finalmente, no hay que dejar de visitar Laprida y Rauch, que tienen otras obras, pero sobre todo Azul, una de las ciudades con mayor cantidad de trabajos del arquitecto: especialmente el portón del cementerio con su ángel armado, el matadero municipal, el monumento de entrada a la ciudad y hasta las baldosas de la plaza principal.

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