De la pizzica a la tarantela

La célebre danza del sur italiano tiene orígenes tan remotos como misteriosos. Es popular de Puglia a Sicilia y de Campania a Calabria, pero en el Salento -el taco de la bota- se la celebra especialmente con festivales y viejos rituales.

Ir, venir, aplaudir, girar, volver a dar vueltas, desencadenar todas las energías en un vaivén hecho de saltos y figuras coreográficas inéditas, todo acompañado por una música rítmica y pegadiza que es un auténtico sello de las regiones meridionales italianas: la tarantela es un clásico de las fiestas pero es también la heredera de ritos ancestrales muy vinculados con la vida rural de las regiones más remotas de la península. Y es también una danza de cortejo, muy pautada, que sigue ciertas reglas galantes al compás de la música.

Vale recordar que el término tarantella unifica en realidad varias danzas y melodías, siempre de tempo rápido aunque variable según las versiones: sin embargo todas son muy antiguas, documentadas ya desde el siglo XVII, y relacionadas con el fenómeno complejo del tarantismo del Salento, esa “península dentro de una península” que es el taco de la bota italiana.

Campo y picaduras

Bajo el sol ardiente del Mediterráneo, las mujeres campesinas trabajan sin pausa en el campo. Entre los cultivos abundan las arañas: de pronto, una tarántula muerde a una de las cosechadoras en el tobillo. Casi de inmediato el grupo entero toma sus tambores y comienza un baile frenético, un “exorcismo musical” que dura hasta que se expulsa el veneno del cuerpo. Es el nacimiento de la pizzica, una danza popular intrínsecamente unida a la tarantela, que tiene numerosas variantes y es sin duda el baile que más identifica a Italia en el mundo.

El fenómeno de las tarantate, las mujeres supuestamente mordidas por la tarántula, llegaba todos los años en procesión hasta la iglesia de San Paolo en Galatina, cerca de Lecce, una pequeña ciudad que es una joya del Barroco y también famosa por sus pasticciotti, unos pasteles rellenos con crema pastelera típicos de la región de Puglia.

Mitad histeria mitad rito, las mujeres -en su mayoría jóvenes y solteras- llegaban en estado frenético hasta la iglesia todos los 29 de junio, para liberarse de su tormento a toda pizzica y tarantela, bebiendo agua de un pozo sagrado. Aunque no desaparecieron del todo, hoy es mucho más difícil asistir al fenómeno, aunque los viajeros siguen venerando el rito de Galatina en los primeros días del verano boreal.

Para seguir las huellas de esta música y su baile hay que recorrer todos los pueblos de la región, antiguamente muy aislados por la inhóspita geografía y una sucesión de dialectos que podían variar notablemente en pocos kilómetros: Calimera, Carpignano Salentino, Castrignano dei Greci, Corigliano d’Otranto, Cutrofiano, Martano, Martignano, Melpignano, Soleto, Sternatia y Zollino.

El camino de la pizzica es ideal para explorar así toda la Puglia, una zona de Italia soleada y rica en olivares donde se produce aceite de oliva extra virgen de inigualable calidad; famosa por construcciones antiquísimas como los blancos trulli; deslumbrante por las pequeñas playas recónditas donde el Mediterráneo reluce con los mejores tonos del azul y que se han puesto de moda entre ricos y famosos de medio mundo. La mejor manera es alquilar un auto e internarse por las pequeñas rutas provinciales, que deparan tesoros de arquitectura, de paisaje y de gastronomía en los rincones más inesperados.

Y finalmente, el 24 de agosto, el epicentro de las celebraciones y festejos es la Notte della Taranta, cuando se presentan los principales grupos de la región y de toda Italia en una gigantesca fiesta popular que dura hasta el amanecer.

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