St-Moritz, donde inventaron el turismo de invierno

Todo nació con una apuesta entre un hotelero y sus clientes, en los Alpes suizo, a mediados del siglo XIX. Desde entonces fue dos veces la sede de los Juegos Olímpicos y lanzó varias modas y deportes que llegaron hasta los centros de América Latina.

A mediados del siglo XIX, Suiza ya era el primer destino turístico del mundo, donde Thomas Cook llevaba a sus primeros grupos. Los Alpes atraían cada verano a ricos ingleses que se hospedaban en hoteles al pie de las montañas. Con el tiempo se convirtieron en marcas famosas o palacios históricos. St-Moritz y Davos eran dos de los lugares que solían elegir pero es en el primero que un hotelero lo cambió todo, en 1864. Se trata de Johannes Bradutt, dueño del establecimiento que hoy todavía lleva su nombre.

Aquel año, al finalizar la temporada de verano Bradutt invitó a sus clientes ingleses en volver en invierno. Apostó con ellos que iban a disfrutar más de las montañas con la nieve, sino les devolvía su dinero. Los pasajeros volvieron, quedaron maravillados con la experiencia y regresaron al año siguiente, lanzando así el turismo de invierno.

El Bradutt’s Palace Hotel sigue siendo hoy uno de los mayores y mejores hoteles de St-Moritz, un pueblo que se convirtió en una de las mecas del turismo mundial y que antes que cualquier otro supo derrotar la estacionalidad. Su centro es elegante y montañes al mismo tiempo; conservó su alma típicamente suiza y al mismo tiempo es incondicionalmente cosmopolita. Se encuentra en la parte alta del Valle de Engadina, a 1.856 metros de altura, en una región cercana a Italia y Austria, donde el idioma es el retorrománico, la menos difundida de las cuatro lenguas oficiales de Suiza. Por su altura y su posición geográfica, tiene una exposición solar muy superior al resto de los destinos alpinos. Es por esta razón que un solcito simboliza su turismo desde el año 1930, un logo que inspiró muchos otros, incluso en los Andes argentinos.

Desde St-Moritz y Davos, los turistas de las primeras temporadas de la historia impusieron actividades populares en Escandinavia como el esquí de fondo y el patinaje; y más tarde, con los primeros medios de elevación (a partir de los años 1930) se generalizó el esquí alpino. También descubrieron deportes tan singulares como curling y el skijöring y en 1889 pudieron participar en el primer torno de golf de los Alpes. En la actualidad, el campo de esquí totaliza más de 350 kms de pistas, de todos los niveles. En Corviglia está el descenso más empinado de Suiza, una vertiginosa pendiente del 100 % en el pico Piz Nair. También cuenta con la pista de bobsleigh más antigua del mundo, la Bob Run. Para el esquí de fondo, en los alrededores hay 200 kms de pistas preparadas y señalizadas. En verano, al contrario, se practica más que nada el trekking o la escalada, se realizan caminatas por el bosque de Stazerwald y salidas de mountain-bike, y se disfruta del lago y de deportes naúticas y de un total de 4 campos de golf.

Confirmando su estatuto de cuna del turismo de nieve, la ciudad recibió dos veces los Juegos Olímpicos de invierno. Pero St-Moritz no se resume a los únicos deportes y actividades al aire libre. Es también un destino urbano, que concentra una increíble cantidad de tiendas a lo largo de la Vía Serlas, el Rodeo Drive de los Alpes. La calle es magníficamente decorada antes de cada Navidad y recuerda así que St-Moritz fue también la primera ciudad que se iluminó para las fiestas de fin de año, gracias a la electricidad, a partir de 1878. Goza de un renombre mundial por su gastronomía y la multiplicidad de sus propuestas, desde las tradicionales fondues suizas y especialidades locales (como la tarta de nueces de Engadina) hasta la alta cocina internacional.

En cuanto a la historia y las tradiciones, es el lugar indicado para escuchar el sonido de los míticos alphorns, las trompas de los Alpes, un instrumento que ya existía en torno al año mil. Dentro del pequeño centro, los principales puntos de interés son la torre inclinada (vestigio de una iglesia medieval), los museos dedicados a los artistas Segantini y Mili Weber, la Chesa Futura (iglesia moderna) diseñada por Norman Foster, o la cabaña de Heidi (donde se filmó una película inspirada en el famoso personaje).

Finalmente, St Moritz es una de las cabeceras de dos de los trenes más famosos del mundo, el Bernina y el Glacier Express. Ese último recorre la cadena de los Alpes hasta Zermatt. Se lo conoce también como el expreso más lento del mundo.

Termalismo alpino

Las aguas termales de St-Moritz eran apreciadas ya en la Antigüedad, bien antes de la llegada de los romanos en la región. La palabra retorromanica para «aguas bravas» es «Ovaverva», y es también el nombre de un complejo de piscinas cubiertas y al aire libre, toboganes acuáticos, un spa y un centro deportivo donde hasta es posible iniciarse al buceo. Otras opciones son las Termas de St. Aquí y el Forum Paracelsus, donde se puede beber gratuitamente el agua curativa ácida. El termalismo también es uno de los servicios que ofrecen los hoteles 5 estrellas de la ciudad, convirtiéndola en uno de los principales destinos de wellness del Centro de Europa.

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